Somos lo que comemos. Sin duda esta expresión axiomática refleja contundentemente la realidad. Está claro que la falta o el exceso de alimentación pueden ser causa de trastornos de la salud, incluso enfermedades, como el raquitismo o la obesidad.
Si bien una
alimentación saludable y suficiente está condicionada por la disponibilidad de recursos económicos, es importante tener en cuenta que la dependencia actual que padecemos, de los alimentos industrializados es un factor sumamente negativo para nuestra salud. Hemos dejado hace ya mucho tiempo de producir nuestros propios alimentos.
La sociedad urbana, lamentablemente, al haber abandonado dicha autoproducción alimentaria ingiere cotidianamente,
grasas saturadas, productos transgénicos y cantidades de alimentos cuya composición estamos lejos de confiar en que esté exactamente reflejada en las etiquetas de sus envases.
El acto de comer, de ingerir alimentos, no solo implica la necesidad de contar con una variedad de ellos sino, una calidad, un ambiente, un clima, y un contexto para que podamos sacarle el mayor provecho. La vida moderna nos quita tiempo y tranquilidad; comemos y bebemos al paso, apurados por no llegar o regresar tarde al trabajo.
Todo esto repercute en nuestra salud. Es difícil imaginar que alguien pueda considerar que ésta disfrutando de una
alimentación saludable si come o bebe a la carrera, solo, con un nudo en el estómago, abrumado por los compromisos inminentes.
Debemos, por tanto, a la hora de alimentarnos, “preocuparnos” únicamente por estar lo más relajados y cómodos posible, no solo para disfrutar sino para que todo el proceso de la
alimentación sana repercuta favorablemente en nuestra salud.
El camino de la Alimentación saludable